Es todo un gozo entrar en una clase con la música de los Beatles de fondo... Gracias Miguel.
Pues esta semana no hay comentario de clase, en su lugar, debemos hacer una pequeña historia, relato, cuento (o lo que el el diccionario de la RAE diga) sobre el tópico del amigo "gordito". Así que, con música de Queen sonando, empezaré mi historia.
"Mi amigo el gordito"
Son las 8 de la mañana. Me levanto perezosamente para comenzar otro desdichado día. Me tomo el desayuno, sin dejar de pensar que me hará engordar aún más, a pesar de que mi madre me diga que todo lo que tome en el desayuno lo quemaré durante la mañana. Y por si quemo más de la cuenta, mi madre mete en mi mochila un pastel para el almuerzo.
Me acerco al colegio... siento miedo, porque no quiero que este sea otro dia rutinario en el que siempre pasa algo por lo que mis amigos (o no tan amigos) se ríen de mí. Me pongo en la fila y empiezo a hablar con los compañeros. Todo, aparentemente, va bien. Pronto entramos en clase, donde todos atendemos al profesor y hacemos actividades en las que seguramente, nos pedirá en cualquier momento que salgamos a la pizarra. Yo no quiero. Hago todo lo posible por evadir la mirada del profesor y así evitar que me pueda llamar a la pizarra. Pero mis esfuerzos son inútiles, tarde o temprano se percatará de mi presencia y tendré que salir a la pizarra o, mejor dicho, entrar en un terreno peligroso...
Una vez allí, no sé qué hacer. Sólo hago pensar que no estoy tan gordo... que soy como los demás... que hoy no haré nada para que se rían de mí. Pero absorto en mis pensamientos, me juegan una mala pasada y mientras estoy en mi mundo, el maestro me ha pedido por tercera vez que escriba una cuenta en la pizarra, y yo no le estaba echando cuenta. Obviamente, soy objeto de las risas de mis compañeros. Pero aunque sepa que la razón no es mi físico, algo en mi cabeza sigue pensando que lo es.
Llega el recreo. Veo a mis amigos correr, jugar al fútbol, esconderse, corretear detras de las niñas, y yo comienzo a comerme el pastel que con tanto cariño mi madre dejó en mi maleta. Puede que sea por el cariño con que mi madre me lo ha puesto, o porque realmente, el pastel está delicioso. Bocado a bocado, el pastel va desapareciendo. Pero algo raro pasa... yo ya no tengo nada que echarme a la boca mientras mis amigos no han llegado apenas a la mitad de su almuerzo. "Rafa, ¿ya te has comido el almuerzo?" - "No... es que hoy mi madre no me ha puesto nada." Cualquier cosa para evitar sus risas...
Y llega el momento cumbre de mi sufrido día: la clase de gimnasia. Hago todo lo posible por igualarme a la media de mis compañeros, seguirles el ritmo a los mediocres, porque a los rápidos ni lo pienso. Pero aún haciendo todo lo que tengo en mis manos... no puedo seguirles el ritmo más de 20 segundos. Mi mundo se viene abajo cada vez que mis amigos me adelantan una vuelta y me dicen jocosamente "¡Vamos gordi! ¡Que ya queda menos!" Es como un puñal que se clava en mí. Pero nada puedo hacer yo.
Llego a mi casa, agotado tanto física como mentalmente. Mi madre me besa y nos sentamos la familia a la mesa para comer. Todo se me olvida cuando empiezo a tragar y hablar con mi familia, que me apoya en todo momento. Pero no puede apoyarme en mis problemas del colegio, simplemente porque yo no se los cuento. Aunque sé que debería contárselos, es tal la vergüenza que paso que soy capaz de guardarme mi sufrimiento sólo para mí. Ahora sólo queda esperar el día en que crezca y, aunque mi físico siga siendo el de un gordo, que mi mente sea capaz de aguantar el día a día de una sociedad perfeccionista, donde las personas que se salen de los cánones establecidos son mal vistas por ellos, los que visten igual, los que piensan igual...
Y esta es la historia que me he inventado sobre la marcha, escrita en primera persona por si alguien que no sea Miguel lo lee, se sensibilice un poco...